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Nuestro viaje a Bogotá comenzó con una noche sin dormir y un vuelo de seis horas en clase económica. Les aseguro que la vida nómada no es para todos; llega un momento en que se vuelve agotador pasar de aeropuerto a aeropuerto, cambiando constantemente de hoteles y rehaciendo las maletas con la esperanza de no haber superado el límite de peso. La estimulación de estar en un país nuevo también se desvanece poco a poco y uno termina repitiendo el proceso una y otra vez, pero entras en modo piloto automático.
Sin embargo, siempre es un gran alivio para el «síndrome del viajero frecuente» encontrar a personas en el camino que te brinden su tiempo y hospitalidad total. Una de esas personas fue Giovanni Hernández, dueño de Bon Giovanni Pizzeria, quien no solo se ofreció a recogernos en el aeropuerto, sino que también nos dio la experiencia de un auténtico desayuno bogotano, donde probamos changua y tamales colombianos.
Giovanni es un personaje muy particular. Es el fundador de la Escuela Profesional de Pizzeros y su trabajo para crear una red de pizzeros colombianos y ofrecer oportunidades en sectores populares para que puedan convertirse en emprendedores en el mundo de la pizza es admirable. Además, más allá de su trabajo social, destaca su exitosa participación en diversos cursos y premios internacionales. En sus pizzerías, Giovanni incluye sabores no tradicionales que resaltan sus raíces colombianas (por cierto, teníamos muchas ganas de probar su famosa pizza con mandarinas). No duden en visitarlo si están en Bogotá.
Durante nuestra breve caminata matutina, pude apreciar el impacto de la altitud en mi cuerpo. Bogotá está ubicada a 2,640 metros sobre el nivel del mar, lo que la convierte en la tercera capital más alta de América Latina. Además, la diversidad cultural se refleja en las infinitas propuestas gastronómicas de la ciudad, donde la experiencia culinaria se enriquece no solo por la calidad de los platos, sino también por la atención dedicada a la decoración de los locales.
Una de las limitaciones para el crecimiento de la pizza artesanal en la ciudad es la escasez de empresas italianas consolidadas en la zona. Durante una reunión con la Cámara de Comercio Italiana, tuvimos la oportunidad de profundizar más en este tema. Concluimos que la lucha en el país es superar la barrera económica y promover la apreciación por la autenticidad y la excelencia de los productos italianos en el mercado local. Estamos trabajando arduamente para demostrar que esta inversión lleva a una mejora significativa en la calidad y esperamos que nuestros proyectos de formación profesional lleguen a más personas.La clase en Bogotá tuvo lugar en Pizzardi Artigianale, una propuesta culinaria que ofrece pizza napolitana en la Zona T de la ciudad (conocida por sus centros comerciales y restaurantes) y que, con solo un año desde su apertura, ha logrado conquistar los corazones de los comensales. Incluso es común ver una fila afuera del local en horas pico. En esta clase, nos acompañó el destacado pizzero venezolano José Ledezma, dueño de la pizzería Dopodomani y embajador de la Associazione Verace Pizza Napoletana.
Aunque recibimos a muchos estudiantes viajeros a lo largo de nuestro recorrido, el viaje que más nos destacó fue el de José Nogales, dueño de Grassos Pizza en la pequeña ciudad de San Felipe, Estado Yaracuy, Venezuela. José realizó un viaje en bus de más de dos días para llegar a Bogotá y asistir a la clase. Su dedicación y esfuerzo para participar en nuestras actividades fue realmente inspiradora, demostrando el compromiso y la pasión que muchos emprendedores como él tienen por mejorar y aprender en su negocio de pizzas. Gracias a nuestros patrocinadores: Polselli, Agriconserva Rega, Latteria Sorrentina, Gi Metal.
Después de la clase, Juan Pablo y Sara nos recibieron en Cota, Cundinamarca, para mostrarnos su emprendimiento, Trattoria Portovecchio. Es un lugar encantador ubicado a una hora de la capital. También, gracias a ellos, pudimos disfrutar de un auténtico almuerzo colombiano con carne, chorizo, morcilla, arepa de maíz y ajiaco. También probamos una bebida muy interesante, una mezcla de cerveza y gaseosa colombiana. Fue todo un viaje de sabores que apreciamos mucho.
Al día siguiente, todos caímos enfermos con gripe estacional. Si lo pensamos bien, después de haber tenido contacto con más de 300 personas en las clases y haber hecho al menos ocho paradas en diferentes aeropuertos, era solo cuestión de tiempo. Sin embargo, decidimos caminar por el centro de Bogotá y saludar a nuestros 5,000 seguidores en la emblemática Plaza Bolívar, también conocida como la Plaza de las Palomas.
Para combatir la gripe, nos consolamos con un chocolate caliente y un aguapanela con queso. Pronto, sin embargo, llegó la hora de partir. A pesar de nuestra enfermedad y una nueva noche sin dormir debido al repentino cambio de itinerario de Copa Airlines, nos preparamos para continuar nuestro viaje.
Costa Rica, ¡ya casi llegamos…! ¿O no?